Tocaron la puerta del rey una madrugada de verano. El señor Rey queriendo no escuchar los golpes se tapó la cabeza con su gran almohada de plumas de ganso, evitando así escuchar la puerta.
Pregunto con voz algo roca y grave: - ¿Quién es?-
Y una tierna voz se escucho, al instante. Él enseguida supo que era la princesa quien lo llamaba.
-¿Te pasa algo hija mía?- preguntó el Rey
- No puedo dormir padre mío- Respondió con una dulce y meláncolica voz la pequeña niña.
-¿Te haz desvelado por algún motivo en especial? o¿ te preocupan los monstruos que dices ver debajo de la cama? -
-No padre es por algo más-
-Cuéntame hija mía soy todos oídos para ti mi niñita consentida-
-Padre ha pasado algo desastroso, triste, funesto para mi vida- Respondió la princesa con lágrimas en sus ojos.
-Hija pero ¿qué ha pasado?- dijo el Rey ya algo preocupado
-¿Te han hecho algún daño?, dime y sera castigado severamente- El Rey estaba ya muy alterado.
-No tienes que castigar a nadie papá pues ha sido mi culpa- Entro en llanto, tapándose la cara con sus manos.
El Rey recogiéndola en sus brazos la consolaba acariciando sus largos cabellos color castaño.
-Padre he ido al bosque a pasear... y fui con mi osito Simón, estábamos jugando alegremente al lado de la laguna, cuando de repente tocaron las campanas del castillo para avisar que las puertas iban a ser cerradas y como yo estaba de afán he recogido todos mis juguetes menos a Simón y me duele porque debe sentirse muy solo, pensando que lo abandone... no he podido dormir pensando que lo puede haber pasado con él... - Dijo la princesa en llanto.
El padre algo sorprendido no tuvo palabras para contestarle a su hija. Las únicas palabras que salieron fueron de consuelo y le prometió que apenas asomara el sol por su ventana ser ira con la tropa a buscar a Simón y dicho esto muy a las seis de la mañana salió con su tropa el Rey en busca del osito de felpa de la pequeña princesa ...
Buscaron en el lago, cerca por todas partes hasta que ella misma lo encontró, enseguida se le llenaron los ojitos de lagrimas de tanta felicidad, abrazaba a Simón con tal fuerza y era tanta su alegría que brillaba por todo el lago.
En seguida el señor Rey la abrazo y le dijo: el que perseveraba alcanzaba, nunca podemos olvidar las cosas y las personas que nos han dado tanta felicidad, es mejor valorar ahora y no cuando nos hacen falta...
Asi volvieron Simón, la princesita, el Rey y su tropa al castillo ...
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