sábado, 30 de marzo de 2024

Rosalia

La locura tardía de mi alma brota como pempanos de hielo estrellandose en la ventana una primavera de abril, esa que fuimos y nos dejamos, esa que alimentaba nuestras bocas llenas de pasión, se marchitaron como las hojas del otoño. Tu y yo mirando fijamente ese mueble viejo donde tantas veces fue el refugio de nuestros cuerpos, abrazados, otras veces refugio de un amor arrabalero, mezquino, egoísta, con el fuego de nuestras miradas y con la luna a nuestros piel arrebatándonos aquello que quedaba, fútil, triste y oscuro, decíamos adiós una vez más y quién sabe si para toda la vida o para todas las vidas. Queríamos todo pero a su vez nada del otro y a su vez la pesada carga se alivianaba en la mañana con la rutina que es escape que se convertiría en los laberintos qué gritaban las ausencias más grandes que nuestro corazón latía. Así fuiste tu Rosalia, la locura entre la melancolía, entre el desespero atascado en el abismo más inimaginable entre mi ombligo y tu ombligo, así nos quisimos hasta matarte entre mi sangre y desgarrarte el pecho con un llanto qué ensordecio el mundo, mi mundo porque no podía respirar ante la pálida y nocturna manera de amar, de amarnos, ni la locura manera de dejarnos.